¿Qué efectos psicológicos tiene cambiar de país?
Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena queremos dar respuesta a la siguiente cuestión ¿Qué efectos psicológicos tiene cambiar de país?
Los efectos psicológicos de cambiar de país. En muchos aspectos, lo que ocurre a nuestro alrededor, en la sociedad que nos rodea, forma parte de los procesos psicológicos que nos hacen pensar como lo hacemos y actuar tal y como solemos comportarnos.
Es por eso que algo tan sencillo como mudarnos a otro país es capaz de afectarnos psicológicamente de maneras que nunca habríamos imaginado: nos desprendemos de aquello que nos parecía familiar y nos vemos forzados a adaptar nuestros hábitos y nuestra manera de pensar a una nueva realidad.
Uno de los ejemplos más extremos de esto lo encontramos en lo que se conoce como Síndrome de Resignación, un fenómeno ligado al trauma psicológico detectado en refugiados niños y adolescentes que llegan a otro país y entran en un estado de mutismo, apatía e inmovilidad similar a la catatonia, sin presentar enfermedades físicas reconocibles.
Sin embargo, más allá de esta psicopatología tan severa también hay problemas psicológicos mucho más frecuentes y que incluso no identificamos como tales en un principio. Y del mismo modo, podemos encontrar nuevas formas de bienestar emocional al entrar en contacto con nuevos lugares y culturas.
Los principales efectos psicológicos de cambiar de país
Para lo bueno y para lo malo, irnos a un país extranjero y quedarnos a vivir ahí es algo que nos transforma por dentro y por fuera. Muchos de estos cambios suponen una fuente de estrés por el simple hecho de tener que adecuar nuestras costumbres, comprender la manera de pensar predominante e incluso aprender lo necesario para establecernos ahí, muchas veces con cierta prisa. Sin embargo, también es cierto que existen varios elementos psicológicos beneficiosos de los que disfrutar.
Teniendo en cuenta que cada caso es único y que muchos de estos aspectos dependen del lugar en el que vivíamos antes y la región a la que nos mudamos, por lo general destacan los siguientes efectos psicológicos de trasladarnos a otro país.
1. Ansiedad debido a la adaptación inmediata
Encontrar piso, empadronarse, buscar fuentes de ingresos, pagar impuestos en el nuevo país, aclararse con los procesos burocráticos… todo esto, prácticamente desde las primeras semanas del traslado y muchas veces sin siquiera dominar bien el idioma que predomina en la sociedad a la que nos intentamos adaptar.
Como consecuencia, aparece un contexto que favorece mantenernos en un estado de estrés y de ansiedad: miedo a cometer un fallo administrativo o a estar fuera de la ley, prisas para encontrar información sobre qué hacer, presión por aprender acerca de cómo funciona ese país, etc.
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2. Hay una pérdida de referentes
Gracias a la expansión de Internet, este efecto puede quedar más o menos amortiguado, pero lo cierto es que a muchas personas les resulta duro pasara tener muchos menos referentes acerca de cómo orientar sus proyectos y sus valores en el país que les acoge. El hecho de integrar una nueva cultura a la propia identidad implica sentirse algo más incomprendido, porque probablemente haya mucha menos gente en la que fijarse, inspirarse o imitar en ciertos aspectos (en comparación a la vida que se tenía antes de emigrar.
3. Duelo migratorio
Este proceso de duelo se caracteriza por el sentimiento de pérdida y desarraigo con respecto del país del que venimos, y también de quienes habitan en él. Además, aparece el hecho de que ni siquiera al volver para visitar por unas semanas a los amigos y familiares se experimenta lo mismo que siente quien vive ahí: se ha pasado mucho tiempo lejos de esas tierras, y eso hace que surja la sensación de que “nos hemos perdido muchas cosas”.
4. Potenciación de la flexibilidad mental
Entre los aspectos positivos, cabe destacar que irse a vivir a otro país implica entrar en contacto con elementos culturales que nos resultan totalmente nuevos y que nos pueden servir de inspiración. Inspiración a la hora de analizar la realidad que nos rodea, a la hora de establecer nuevos modelos de relaciones, comprender y apreciar expresiones artísticas y estéticas nuevas, etc.
Sin embargo, este impulso a la flexibilidad mental puede quedar anulado si la persona migrante desarrolla unos esquemas de pensamiento basados en los identitarismos de enfrentamiento a una sociedad que se considera ajena a uno mismo. Por ejemplo, se sabe que en muchas personas desarraigadas aparece el integrismo religioso como una manera de conectar con los propios orígenes idealizados (y que uno ubica en el país del que se viene o del que provienen sus antepasados).
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