Psicólogos Cartagena – Claves para mejorar tu resiliencia
Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena os traemos un articulo donde poder encontrar claves para mejorar tu resiliencia.
Es frecuente que, cuando escuchamos historias inspiradoras de personas que han superado vivencias complicadas o eventos traumáticos sintamos fascinación por esa capacidad de “superación”.
Pero, ¿Cómo se llega a ser una persona resiliente? ¿Es posible entrenar la resiliencia?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de la resiliencia?
El concepto resiliencia hace referencia a un conjunto de habilidades y comportamientos que facilitan la adaptación en situaciones de adversidad. Según algunas definiciones se trataría de una cualidad que permite reponerse después de haber tenido una experiencia difícil o incluso traumática; otras acepciones incluyen, además, la capacidad para salir con renovadas fortalezas de este tipo de situaciones.
Podría parecer que algunas personas simplemente “son así” y han nacido con esa aparente facilidad para adaptarse. Sin embargo, es posible descomponer la resiliencia en comportamientos y habilidades para comprender mejor qué conductas son las que pueden ayudar a superar los eventos traumáticos.
Claves para mejorar tu resiliencia
Cuando hablamos sobre cómo promover la resiliencia es necesario tener en cuenta que hay algunos factores que podemos aprender o “ejercitar” y otros que no están bajo nuestro control. Por ejemplo, contar con una red de apoyo social y/o familiar es un factor de protección muy influyente a la hora de desarrollar la resiliencia. Pero como este tipo de variables no podemos elegirlas sino que suelen venirnos dadas por nuestro contexto, vamos a centrarnos en las habilidades que podemos trabajar para ser más resilientes.
1. Percibirse como autoeficaz
Entre las personas resilientes es común el tener un locus de control interno, es decir, tener la percepción de que pueden influir sobre las cosas que les ocurren. Un exceso de esto tampoco es positivo ya que puede llevarnos a responsabilizarnos de cosas que no están bajo nuestro control, pero sí es importante contar con un amplio repertorio de respuestas y un grado de autoconfianza que permita afrontar de manera activa y no mostrar pasividad ante lo que ocurre.
2. Reevaluar cognitivamente
Cuando vivimos situaciones que nos ponen a prueba es probable que nos surjan pensamientos catastrofistas. El problema es que, cuando nos dejamos llevar por ellos, caemos en la indefensión aprendida: la percepción de que, independientemente de lo que intentemos, nada de lo que hagamos podrá cambiar lo que ocurre. Una habilidad que forma parte del concepto de resiliencia es la reevaluación cognitiva: consiste en detectar los pensamientos catastróficos y cambiarlos por evaluaciones más realistas para afrontar las situaciones como retos en lugar de amenazas.
3. Practicar regulación emocional
La regulación emocional es una estrategia de afrontamiento a utilizar cuando sentimos emociones intensas. Esta técnica implica saber identificar y etiquetar las emociones, reconocer sus desencadenantes (ya sean estímulos externos, pensamientos, etc.) y aceptarlas como estados transitorios. Las personas con una alta resiliencia se caracterizan, en parte, por hacer uso de estas habilidades para afrontar sus emociones en lugar de tratar de suprimirlas o huir de ellas.
4. Ejercer autocontrol
Ser resiliente tiene una parte importante de autocontrol, entendido como la habilidad para no actuar de manera impulsiva en función de las emociones que estén presentes en el momento. Cuando experimentamos una situación que nos pone a prueba puede ocurrir que tengamos reacciones impulsivas, y por eso es importante no tomar decisiones relevantes cuando estamos experimentando emociones intensas.
5. Usar estrategias de afrontamiento
La resiliencia implica hacer frente a las situaciones complicadas, lo cual no resulta fácil. Ante eventos que nos generan gran malestar podemos utilizar estrategias de afrontamiento ineficaces, como la evitación y el escape. Ser resiliente consiste, en parte, en atender las demandas tanto externas como internas de las situaciones que se nos presentan. Esto quiere decir que en ocasiones tendremos que usar la autorregulación (demandas internas) y en otras tendremos que concentrar nuestros esfuerzos en ir a la raíz del problema y cambiar o afrontar la situación que está causándonos el daño (demandas externas).
6. Ser flexible
Como he mencionado en varios puntos del artículo, al fin y al cabo la resiliencia es capacidad de adaptación. Como es lógico, la adaptación requiere flexibilidad. Por eso es importante contar con un repertorio de conductas que sea lo más amplio posible. Cuando conocemos diferentes maneras de comportarnos podemos adaptarnos a distintos contextos con mayor facilidad. Muchas veces no se trata de intentarlo con más fuerza, sino de cambiar el enfoque.
7. Mantener una autoestima fuerte
Se habla mucho sobre lo importante de cuidar nuestra autoestima, pero no es fácil. Pretender gustarnos al 100% todo el tiempo no es realista, pero sí hay que estar vigilantes hacia los posibles pensamientos de “automachaque” que pueden dar lugar a conductas limitantes. Es necesario aprender a aceptarse y tratarse con comprensión, especialmente en los momentos de mayor dificultad.
8. Mostrar competencia
Afrontar situaciones difíciles requiere competencias en resolución de problemas. Para esto es necesario saber definir y acotar lo que resulta problemático, plantear posibles soluciones, estimar sus posibles consecuencias positivas y negativas, y poner la solución elegida en práctica para comprobar si era en efecto la mejor posible o si es necesario escoger otra estrategia. Esto implica también desarrollar una gran tolerancia a la frustración, para darnos varias oportunidades en lugar de abandonar ante un intento fallido.
9. Usar habilidades sociales
Al principio del artículo se mencionaba las redes de apoyo social como un o de los mayores factores de protección. Algunas personas cuentan con este soporte, mientras que otras no lo tienen tan fácil. Una manera ayudar a construir una red de apoyo es el uso de habilidades sociales. Saber expresar emociones, escuchar activamente y establecer límites son algunos ejemplos de las habilidades sociales que pueden contribuir a establecer relaciones sociales sanas, lo que aporta una parte importante a la resiliencia para afrontar vivencias difíciles.
10. Aceptar lo que no es controlable
Como he mencionado antes, el locus de control interno contribuye a la autoeficacia y la autoconfianza… pero un exceso de expectativas de control es poco realista y puede resultar muy dañino. Cada persona tiene su contexto, y no podemos esperar afrontar todas las situaciones con la misma eficacia ni resolver todos los problemas. Hay veces en las que el control que tenemos es muy limitado, y debemos aprender a “soltar” aquello que no podemos cambiar.
11. Dotar de sentido
Para salir adelante después de una situación traumática es necesario tener proyectos, personas o cualquier otro aspecto de valor en la vida. Es necesario que le demos un sentido a nuestra existencia si queremos tener motivos para continuar. Por eso un factor de protección en muchas personas resilientes es la espiritualidad, aunque no es la única vía. Cada persona puede tener su propia manera de dotar su vida de significado y continuar afrontando las dificultades una a una, de la mejor manera que le sea posible.
12. Tener valores
En la misma línea que mencionaba en el punto anterior, los valores suelen ser algo que va unido al sentido. Sean cuales sean, nuestros principios y valores pueden ser un motivo muy importante que nos aporta significado y que nos invita a trabajar en nuestras acciones para vivir de forma coherente con nuestras ideas, con aquello que realmente nos importa.
13. Continuar desarrollándose
El pasado no se puede borrar, y los hechos traumáticos quedan en la memoria de por vida. Sin embargo, ser resiliente significa dejar atrás estos eventos como parte de la historia de vida, pero sin dejar que condicionen en exceso o limiten el presente. No es posible olvidar, pero sí vivir sin arrastrar lo que está en el pasado. Por eso es importante buscar proyectos y motivos por los que seguir desarrollándonos.
14. Resiliencia y terapia psicológica
Como hemos podido ver, la resiliencia es un concepto complejo que se relaciona con diferentes aspectos y habilidades. Algunas personas cuentan con un contexto y una historia de aprendizaje que les facilita desarrollar esta resiliencia, mientras que otras no lo tienen tan fácil. No se trata de interiorizar frases motivacionales, sino que requiere algo más. Sin embargo, los aspectos que hemos mencionado en este artículo pueden trabajarse en terapia.
Si necesitas ayuda para afrontar alguna situación complicada o una experiencia traumática puedes contar con nuestro apoyo profesional.
¿Qué caracteriza a las personas resilientes?
La persona resiliente se caracteriza por algunas de las siguientes capacidades o rasgos:
- Empatía: saben ponerse en el lugar de los demás, lo que les lleva a enfocar las dificultades desde varios puntos de vista, encontrando más opciones o soluciones a los problemas.
- Saben relativizar y priorizar, por lo que el estrés es sobrellevado de una manera más positiva.
- Reconocen el sufrimiento o emociones negativas como una posibilidad de aprendizaje y desarrollo personal.
- Son autocríticas sin caer en la autocompasión ni victimizarse.
- No juzgan, ni a ellos mismos ni a los demás.
- Reconocen y localizan sus emociones, lo que favorece un mayor conocimiento de sí mismos.
- Saben escuchar, abiertos a otras opiniones o puntos de vista.
- Ajustan el pensamiento, por lo que los errores de pensamiento o distorsiones cognitivas, muchas veces heredadas de generación en generación y reforzadas por presión social, son desmontadas.
- Afrontan el problema como un reto lo que les proporciona desenvoltura en la resolución de problemas y toma de decisiones.
- Tienen un enorme sentido de la justicia que trasladan desde la asertividad.
- Saben pedir ayuda y poner límites o decir no.
- Tienen una elevada tolerancia a la frustración.
Muchas veces puede parecer, al describir estas capacidades, que la persona resiliente no sufre ante la adversidad, pero no es así en absoluto. Su tolerancia a la frustración y autocontrol ayudan a que la ansiedad no les lleve al bloqueo, pero eso no quiere decir que no sientan la ansiedad y el dolor ante los acontecimientos difíciles o traumatices.
Otra característica muy importante de las personas resilientes, es que ante las dificultades tratan de “no pagarlo” nunca con los demás, lo que ayuda a que su entorno quede preservado y tengan apoyo a su alrededor.
De todos modos, que duda cabe que las circunstancias personales, nuestro entorno y apoyo emocional por amigos y familiares favorecen la resiliencia.
Mejorar la resiliencia
Con todo esto no debemos pensar que he existe un modo de ser cercano a la perfección y que los demás no tenemos esa capacidad. No siempre se tienen todas estas habilidades y la mayoría se aprenden en el camino; la capacidad de aprender a sobrellevar las dificultades de manera más positiva es algo que todos tenemos que hacer antes o después, y se puede.
Como una huella dactilar, cada uno de nosotros tiene alguna de estas características más o menos desarrollada; se adolece de alguna pero se destaca en otras.
Alcanzar un equilibrio entre todas ellas, reconociendo las que tengo que desarrollar más y dónde están las propias carencias, es uno de los objetivos de la terapia a la hora de afrontar las dificultades e incluso el dolor al que situaciones como una ruptura, la pérdida de un ser querido, problemas en el trabajo, etc, nos exponen.