Gestionar el miedo a tomar decisiones
Desde nuestra clínica de psicólogos en Cartagena queremos daros información acerca de cómo gestionar el miedo a tomar decisiones.
Una de las principales virtudes del ser humano es su capacidad para hacer planes a medio y largo plazo y crear estrategias de varias acciones realizadas en secuencia para lograr una finalidad.
Sin embargo, ir “armando” estas cadenas de acciones es una tarea compleja en la que invertimos tiempo y esfuerzo, y que resulta psicológicamente demandante. De hecho, no siempre nos resulta fácil elegir entre las opciones que se nos presentan en el día a día, y aún menos cuando experimentamos miedo a tomar decisiones.
¿Qué es el miedo a tomar decisiones?
Fundamentalmente, el miedo a tomar decisiones es el temor a elegir una de las opciones que estamos considerando para resolver un problema o satisfacer una necesidad, pasando de los pensamientos a las acciones objetivas. Se trata de una experiencia que produce malestar y que está vinculada a los problemas de ansiedad, aunque por sí misma no es una psicopatología.
En cualquier caso, la incomodidad y la angustia que genera el miedo a tomar decisiones no es el único problema que implica sufrirlo. También hay que tener en cuenta el modo en el que paraliza a las personas, haciendo que pierdan oportunidades por no actuar a tiempo y que entren en dinámicas de comportamiento en las que los problemas se van acumulando a causa de la inacción.
Normalmente, el miedo a tomar decisiones se plasma ante dudas acerca de qué hacer que, debido a su complejidad o al hecho de que todas las opciones resultan “incómodas”, se van transformando en pensamientos de auto-sabotaje mediante la evitación del problema: básicamente, la persona sustituye la acción de tomar una decisión y pasar de las palabras a los hechos, por una etapa de constante duda y reflexión acerca de qué hacer. De ese modo se crea una ilusión de que se está trabajando en la resolución del problema, cuando en realidad lo está cronificando y se está favoreciendo que el problema se agrave con el paso del tiempo. Y a medida que el problema se va haciendo más grande, hay más motivos para desear no afrontar ese hecho, con lo que se continúa con esa lógica de evitación.
Por suerte, toda persona que tienda a sufrir miedo a tomar decisiones puede aprender a superar esta clase de obstáculos adoptando medidas de gestión emocional y manejo de las pautas de comportamiento. Veamos un resumen de cómo lograrlo.
Tips para afrontar el miedo a tomar decisiones
Si bien la manera más eficaz de superar esta clase de complicaciones es acudir a psicoterapia, también puedes tener estas pautas a modo de consejos generales que te pueden ayudar a mitigar el miedo a tomar decisiones.
1. Fija fecha y hora límite para las decisiones importantes
Este debe ser el primer paso. Acotar de manera muy concreta cuál será el margen de tiempo del cual dispones hará más fácil auto-motivarte para tomar una decisión y pasar a la acción. Si no fijas límites, tenderás a caer una y otra vez en los pensamientos de autosabotaje que sirven de excusas para postergar indefinidamente esa decisión.
Muchas veces, las opciones entre las que dudamos al tomar una decisión vienen impuestas desde fuera. Por ejemplo, se ha comprobado que el modo en el que una pregunta es planteada influye mucho en la manera en la que las personas tienden a responder ante estas, e incluso puede facilitar que quien responde adopte un sistema de valores u otro según las palabras elegidas al explicar aquello que hay que decidir. Por eso es básico ir más allá de las palabras y detectar los conceptos clave en los que se basa la decisión a tomar, eligiendo los términos más ajustados a la realidad y, si hace falta, reformulando la pregunta para nosotros mismos.
2. Divide la toma de decisiones en criterios concretos a tener en cuenta
Establecer criterios para valorar los aspectos positivos y negativos de cada opción de entre las que dudas no solo servirá para maximizar las probabilidades de tomar la decisión correcta. Además, dará legitimidad a la opción elegida, y hará que no te obsesiones con la idea de que has cometido un error antes de tener pruebas objetivas de que deberías haber elegido otra alternativa.
3. Una vez hayas elegido, visualiza en qué consiste pasar a la acción
Para que no vuelvas a caer en esas auto-excusas que conducen otra vez a la fase de dudas constantes y reflexión acerca de qué hacer, visualiza de manera vívida, a través de tu imaginación, lo que implica pasar a la acción. De ese modo tendrás en mente un objetivo muy concreto y que además servirá como elemento motivador.
4. Céntrate en pasar a la acción y en evaluar las consecuencias
La propia tarea de pasar de la reflexión a la acción es lo suficientemente compleja y estimulante como para “enganchar” tu atención e impedir que vayas hacia atrás. Una vez hayas empezado a hacerlo, el resto fluirá de manera espontánea.
5. Piensa más allá del marco
Muchas veces, las opciones entre las que dudamos al tomar una decisión vienen impuestas desde fuera. Por ejemplo, se ha comprobado que el modo en el que una pregunta es planteada influye mucho en la manera en la que las personas tienden a responder ante estas, e incluso puede facilitar que quien responde adopte un sistema de valores u otro según las palabras elegidas al explicar aquello que hay que decidir. Por eso es básico ir más allá de las palabras y detectar los conceptos clave en los que se basa la decisión a tomar, eligiendo los términos más ajustados a la realidad y, si hace falta, reformulando la pregunta para nosotros mismos.
6. Detecta tus riesgos y vulnerabilidades
Si la decisión a tomar tiene que ver con emprender un proyecto que te obligará a aprender y a ir más allá de tus límites o “zona de confort”, ten en cuenta que una cosa es lo que eres capaz o no de hacer en el presente, y otra cosa es lo que puedes llegar a hacer si te pones a practicar o a aprender. Por eso hay que distinguir entre nuestros propios defectos o vulnerabilidades del presente, y los riesgos asociados a no aprender lo suficientemente rápido. Ante una decisión importante, hay que plantearse preguntas como: ¿conozco a alguien fiable que me pueda enseñar a realizar la actividad que necesito? ¿Me compensa invertir tiempo y esfuerzo en mejorar en este aspecto, o mejor apuesto por reforzar otra de mis capacidades?
7. Plantéate si realmente necesitas todo ese tiempo para tomar la decisión
A veces, aceptamos sin más un periodo determinado para tomar la decisión sin plantearnos si es excesivo o no. Recuerda la ley de Parkinson: el trabajo tiende a extenderse hasta cubrir todo el tiempo disponible.
8. Detecta los momentos en los que las emociones interfieren demasiado en tu toma de decisiones
Hay que saber cuándo compensa tomar una decisión importante y cuándo no. A veces, estamos demasiado enfadados, tristes o estresados para elegir la opción definitiva. Si asumimos que ese estado emocional se desvanecerá relativamente pronto, merece la pena esperar un poco, pero si no, hay que tomar la decisión igualmente. Piensa que nunca somos 100% racionales, las emociones forman parte de cualquier proceso psicológico, y no podemos aspirar a eliminarlas totalmente de la ecuación.