Envidia: la emoción que cuesta reconocer
Desde nuestro departamento de psicología para adultos en Cartagena queremos hablaros de la envidia: la emoción que cuesta reconocer.
La psicología de la envidia
Entre las muchas emociones o sentimientos negativos que solemos experimentar en nuestra vida, la envidia ocupa un lugar importante. Tratándose de una sensación tan poco edificante de la persona, solemos enmascararla o disimularla, pero pocas veces reconocerla. En nuestro ejercicio profesional como Psicólogos en Cartagena que trabajan el crecimiento personal, nos encontramos con esta emoción soterrada en más de una ocasión.
¿Hay una envidia sana?
La envidia es un sentimiento de agravio u ofensa por los beneficios que obtienen los demás que entendemos que nos deberían corresponder a nosotros. Entristecerse por el bien ajeno, en su formulación más tradicional. Desde el punto de vista de la psicología de adultos no deja de ser una emoción que difícilmente puede justificarse en sí misma. Lo racional, lo correcto, es aceptar los logros de los demás con una sensación de sana emulación. O en el peor de los casos con indiferencia, pero no como una afrenta. Y asumir las derrotas propias con una sabia reflexión sobre qué nos ha conducido a ellas y qué podemos hacer para mejorar. Incluso es posible sentir la llamada envidia prosocial y sentirnos copartícipes de lo bueno que les sucede a los demás. Es una cuestión de madurez y de saber construirse como una persona fuerte emocionalmente.
¿De dónde nace la envidia?
La envidia puede disfrazarse de muchas formas. En ella se mezclan elementos como la constante vigilancia ante pretendidos agravios comparativos, la autocompasión o falta de tolerancia a la frustración. A menudo tiene su base en un conflicto que suele surgir entre iguales cuando alguien percibe un trato diferenciado ante una misma situación o pretendido estatus. Por eso es tan habitual en la infancia y entre hermanos. De hecho puede llegar afirmarse que la envidia se aprende a edades muy tempranas. Sin mencionar la consabida doctrina froidiana acerca de la “envidia del pene“ que padecerían las niñas, sostenida por los partidarios del psicoanálisis. Pero la envidia no sólo es propia de los niños. También suele estar presente entre grupos de jóvenes. ¿Qué tiene ese que no tenga yo? es una pregunta típica del adolescente desplazado o que no obtiene el éxito esperado en sus relaciones con el otro sexo.
¿La envidia disminuye con la edad?
Pero hasta la envidia podría tener fecha de caducidad. El caso es que un sentimiento que viene a mitigarse hasta casi desaparecer en la edad adulta. De hecho, el profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Universidad Nacional Autónoma de México, Eduardo Calixto González, sostiene que a los 50 años los adultos dejan de sentir envidia, un sentimiento que empieza desvanecerse una vez superada la primera juventud, en torno a los 30 años. Esto se debería a la falta de de desarrollo pleno de la corteza prefrontal del cerebro que se alcanzaría a partir de esa edad. La competitividad presente en la juventud, el carácter gregario de los adolescentes, así como su escasa destreza para gestionar emociones también tiene bastante que ver.
Sin embargo, nada es eterno. Por eso, una vez superada la madurez, la envidia vuelve a presentarse como sentimiento frecuente en edades más avanzadas. De hecho forma parte del estudio de la psicología del envejecimiento. La figura del viejo cascarrabias tan propia del imaginario popular, no deja de ser un reflejo de ciertas personalidades amargadas ante su propio declive físico. Y el ya inaplazable final. Personas a los que todo parece ofender, incluso el mero paso del tiempo. Y en especial el ímpetu y energía de la juventud, que por contraste con su situación les despierta emociones negativas en lugar de una alegre añoranza.
¿Influyen otros factores en hacernos envidiosos?
En nuestra consulta procuramos analizar estos factores. Cualquier psicólogo, por lo demás, es consciente de que en el desarrollo personal natural la madurez exige asumir cambios. De hecho los niños pasan de una situación de dependencia máxima y atención casi constante a unos grados sucesivos de autonomía que implican dejar de ser centro de atenciones e incluso de muestras afectivas que a veces no resulta fácil de digerir. Por eso, además de la edad, los psicólogos expertos en psicología clínica sabemos que la formación del carácter y la personalidad también tienen mucho que ver con las personalidades inmaduras. Si estás buscando el modo de crecer como individuo, aprovechar todas tus capacidades y liberarte del lastre de pensamientos tan poco edificantes como la envidia, en Mens Sana Psicología podemos ayudarte.
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