El peligro de normalizar lo que nos daña
Como psicólogos en Cartagena, el peligro de normalizar lo que nos daña es algo que hemos pedido percibir de muchos de los pacientes que atendemos.
¿Quién, en su sano juicio, podría aceptar algo que le daña? Lo normal sería escapar de aquello que nos lastima – cuanto antes y más rápido mejor. Y, sin embargo, desafiando el sentido común, muchas personas se quedan prisioneras de relaciones de pareja tóxicas, se mantienen en trabajos que les generan una enorme dosis de tensión y una escasa satisfacción y siguen atadas a una familia que las cataloga y trata como si fueran una oveja negra.
Para el propio Freud era un enigma que alguien pudiera actuar de manera sistemática contra su propio interés y que sus elecciones no respondieran, al menos aparentemente, ni al principio del placer ni al de realidad. Para describir esos casos acuñó el término “masoquismo moral”, haciendo referencia a un patrón general de sufrimiento al servicio de algún objetivo que al resto de las personas les resulta difícil comprender.
La normalización del sufrimiento
Como seres humanos, tenemos una increíble capacidad de adaptación, incluso a las condiciones más extremas. En algunos casos, esa capacidad de adaptación puede ser nuestra salvación, pero en otros casos puede hacernos sufrir inútilmente. Así, aunque para un observador externo esa dosis de masoquismo sea una reacción completamente anormal, para quien la vive es una respuesta «normal» a una situación que no debería estar ocurriendo.
Cuando una situación se repite constantemente, puede llegar a convertirse en la única realidad para quien la vive. Una persona que es maltratada, manipulada o humillada con frecuencia, puede terminar normalizando esos comportamientos, asumiendo que forman parte de su vida y, por ende, no hacer nada para ponerles fin.
Cuando se viven situaciones que generan sufrimiento o nos hacen daño, la primera reacción es de dolor y rebelión, pero si decidimos permanecer en esa situación – por los motivos que sean – es probable que nuestro inconsciente ponga en marcha un mecanismo psicológico para “protegernos” de lo que nos sucede.
Ese mecanismo actúa como una cortina de humo, impidiéndonos ver lo que ocurre, impidiéndonos sufrir más por el acto de darle vueltas una y otra vez a la situación en la que estamos inmersos. Si el problema son los celos posesivos de la pareja, podemos comenzar a verlos como una «muestra de amor». Si estamos estresados por la cantidad de tareas del trabajo, lo asumiremos como una muestra de nuestra «competencia».
Ese mecanismo de racionalización de lo que nos sucede nos permite lidiar mejor con una realidad dañina que pone en riesgo el concepto que tenemos de nosotros mismos, pero también nos impide emprender los pasos necesarios para alejarnos de ella. Así se convierte en un círculo vicioso del que cada vez nos resulta más difícil escapar.
¿Cómo romper con lo que nos daña?
Cuando estamos inmersos en una situación tóxica, es difícil que podamos analizarla con objetividad e imparcialidad. Esuchar la opinión de otras personas puede ayudarnos a cambiar nuestra perspectiva para evaluar lo que nos está ocurriendo de manera más racional. Es importante saber que la labor de un psicólogo/a en estos casos puede ser de gran ayuda.
Si no tienes a nadie a tu lado con quien hablar, una técnica muy eficaz consiste en imaginar que un amigo se encuentra en tu misma posición y tienes que darle un consejo. ¿Qué le dirías? Así podrás asumir la distancia psicológica necesaria para ver lo que te ocurre de forma desapegada.
También es importante que apuntales tu autoestima. Cuando caemos en un bucle de adaptación autodestructiva, es normal que nuestra autoestima se resienta. En algunos casos incluso podemos llegar a pensar que nos merecemos lo que nos está sucediendo, nos culpamos y desvalorizamos. Por eso, para salir del círculo tóxico en el que nos encontramos, necesitamos recuperar la confianza en nosotros mismos, ser conscientes de que, pase lo que pase, seremos capaces de salir fortalecidos de esa experiencia.