¿Por qué los hijos deciden alejarse de los padres?
Desde nuestra clínica de psicología en Cartagena queremos dar respuesta a la pregunta: ¿Por qué los hijos deciden alejarse de los padres?
¿Con qué frecuencia un hijo adulto debe llamar y visitar a sus padres? La respuesta difiere según se traspasan las fronteras culturales y étnicas, pero el factor común es que suele generar acaloradas discusiones familiares y sentimientos heridos.
Cuando los padres no ven a sus hijos todo lo que desearían suelen preguntarse si siguen siendo importantes para ellos o qué papel desempeñan en su vida. De hecho, la falta de contacto puede hacer que los padres se sientan confundidos y rechazados. Cuando los hijos se alejan demasiado de sus padres, estos suelen experimentar profundos sentimientos de pérdida.
Obviamente, toda historia tiene dos versiones. Y esta no es la excepción. Cada parte construye su propia narrativa. Algunos padres piensan que sus hijos son desagradecidos o se han distanciado sin motivo, pero casi nunca es así. De hecho, existen padres extremadamente controladores, posesivos, manipuladores o incluso abusivos que llevan a sus hijos contra las cuerdas, hasta que estos no pueden soportar más y se distancian.
¿Quién tiene la razón? Y, sobre todo, cómo solucionarlo.
¿Por qué los hijos deciden alejarse de los padres?
Existen tantas razones como relaciones, pero los motivos más comunes de los hijos para distanciarse de sus padres son el abuso emocional, físico o sexual en la infancia. Aluden a comportamientos tóxicos de sus padres, como la falta de respeto o los daños infringidos. Cuando los hijos sienten que han sido maltratados o humillados, sienten la necesidad de alejarse de sus padres para reconstruir su identidad.
Otros hijos aluden a la falta de apoyo por parte de sus padres y el choque de valores. Cuando los padres no han sido una figura de apoyo, sino que han fomentado la inseguridad y han intentado cortar las alas a sus hijos, estos suelen necesitar alejarse de esa figura desestabilizadora en su vida. Asimismo, cuando las expectativas, valores y cosmovisión de padres e hijos difieren, la relación suele resentirse hasta tal punto que en ocasiones la única solución es el distanciamiento para evitar caer en un bucle de conflictos.
En otros casos ese distanciamiento surge del propio amor. De hecho, no existe contradicción entre querer a alguien y sacarse de quicio porque muchas veces el amor maximiza la carga. A veces los hijos pueden sentirse demasiado responsables por la felicidad de sus padres, sobre todo cuando estos los culpan, de manera que necesitan establecer límites saludables. En otras ocasiones, los hijos simplemente pueden sentir la necesidad de soltar amarras y encontrar su equilibrio lejos de la sobreprotección parental.
Sea cual sea la causa del distanciamiento, a menudo padres e hijos miran el pasado y el presente con ojos muy diferentes. Los padres pueden pensar que su hijo está reescribiendo la historia de su infancia, acusándolos de cosas que no hicieron y/o no reconociendo todas aquellas situaciones en las que les demostraron su amor.
En cambio, los hijos suelen señalar que sus padres intentan manipularlos al no reconocer el daño que les causaron o siguen causando, no respetar sus límites y negarse a cumplir con sus requisitos para mantener una relación más saludable. Cada vez más adultos afirman que solo les mueve el deseo de ser dueños de su vida y tomar sus propias decisiones.
Los daños que produce el distanciamiento entre padres e hijos
Muchos padres y madres me dicen que se sienten traicionados por la falta de disponibilidad o falta de respuesta de sus hijos, especialmente aquellos que se esforzaron por brindarles una vida que consideran envidiable en comparación con su propia infancia.
En sentido general, cuando los hijos cortan la relación con sus padres se instaura una profunda tristeza ya que existe un anhelo de reconexión. Muchos padres experimentan vergüenza e incluso arrepentimiento o desearían hacer retroceder las manecillas del reloj para actuar de manera diferente.
Al mismo tiempo, aunque la decisión de la separación suele ser de los hijos, estos a menudo experimentan emociones encontradas, como liberación y culpa, alegría y tristeza. Romper la relación con los padres también puede tener un efecto dominó en los futuros lazos y tradiciones familiares. Algunas personas confiesan que su mayor arrepentimiento es que sus hijos crezcan sin los abuelos. Esa distanciamiento a menudo rompe las tradiciones y rituales familiares, produciendo una sensación de desarraigo que afecta el equilibrio de la unidad familiar.
¿Cómo recuperar el vínculo?
Un estudio realizado en 2015 reveló que es más probable que los padres culpen del distanciamiento a su divorcio o a la pareja del hijo. De hecho, se ha apreciado que el divorcio aumenta el riesgo de distanciamiento, en especial de los padres, probablemente porque este produce un realineamiento radical de los lazos de lealtad, gratitud y obligación en el seno de la familia, haciendo que los hijos se inclinen más por un padre a despecho del otro.
Sin embargo, si el objetivo es reestablecer los lazos es importante dejar de buscar culpables. Como los hijos suelen ser quienes deciden distanciarse, toca a los padres dar los primeros pasos hacia la reconciliación. No obstante, es fundamental no precipitarse porque en algunas ocasiones ese distanciamiento es necesario para repensar la relación y sanar las heridas. Por tanto, es posible que los hijos necesiten un tiempo.
La reconciliación suele lograrse cuando los padres asumen la responsabilidad por los daños que pueden haber causado a sus hijos, muestran empatía por su perspectiva y los sentimientos que experimentan y se muestran dispuestos a cambiar los comportamientos problemáticos aceptando límites más saludables.
También es crucial evitar las discusiones sobre lo que es correcto o incorrecto, así como abandonar las expectativas para renegociar la relación. En lugar de asumir que el hijo se equivoca, los padres deben intentar comprender qué ha creado el conflicto y estar dispuestos a reescribir las reglas de su relación, no con un hijo pequeño sino con una persona adulta.
Como todo, la vida familiar moderna tiene partes positivas y negativas. El hecho de que las nuevas relaciones entre padres e hijos se basen cada vez más en los lazos de afecto que en el deber o la obediencia significa que existe la posibilidad de construir vínculos más significativos y pasar tiempo juntos por decisión propia, compartiendo cosas que nos hacen sentir bien.
Sin embargo, los hijos también necesitan hacer examen de conciencia. Podemos pedir a nuestros padres que sean más sensibles con nuestras necesidades, emociones y aspiraciones, pero también debemos ser sensibles con las suyas porque toda relación madura y adulta debe ser equitativa. Todos podemos equivocarnos. Todos tenemos defectos. Deberíamos tener eso siempre presente cuando decidimos a quién mantener dentro o fuera de nuestras vidas o cómo responder a aquellos que ya no nos quieren en las suyas.