La función sexual normal en varones y en mujeres implica tanto la mente (pensamientos y emociones) como el cuerpo. El sistema nervioso, circulatorio y endocrino interactúan de forma conjunta para producir una respuesta sexual, la cual tiene cuatro etapas: deseo, excitación, orgasmo y resolución. La respuesta sexual está controlada por una interacción delicada y equilibrada entre todas las partes del sistema nervioso. El sistema nervioso parasimpático regula el incremento de flujo sanguíneo durante la excitación. El sistema nervioso simpático controla principalmente el orgasmo. Una anormalidad en el flujo sanguíneo al pene o a la vagina, el daño físico a cualquiera de los órganos genitales, un desequilibrio hormonal, procesos psicológicos o el uso de muchos fármacos pueden interferir con la respuesta sexual, aunque el sistema nervioso funcione adecuadamente.
Los problemas de la sexualidad humana son más relevantes para la salud de las personas de lo que se había llegado a admitir. Además, la desinformación al respecto de las cuestiones sexuales y las ideas preconcebidas sobre las mismas, están directamente relacionados con diversos problemas de salud y la calidad de vida.
Así, el concepto de sexualidad sana incluye tres elementos básicos:
- La aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva, y para regularla de conformidad con una ética personal y social
- La ausencia de temores, de sentimientos de vergüenza y culpabilidad, de creencias infundadas y de otros factores psicológicos que inhiban la reacción sexual o perturben las relaciones sexuales
- La ausencia de trastornos orgánicos, de enfermedades o deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva
Las estadísticas más recientes publicadas en nuestro país, reflejan que más de la mitad de las mujeres y un 20% de los hombres reconocen no sentirse satisfechos con su vida sexual. Y muchas de las razones que están detrás tienen que ver con las llamadas disfunciones sexuales, como la disfunción eréctil, la eyaculación precoz, la eyaculación retardada, una disminución del deseo sexual, la aversión al sexo, la alteración de la excitación sexual femenina, una inhibición del deseo sexual, la anorgasmia, la dispaurenia o el vaginismo. Sin embargo, tan sólo un tercio de los afectados recurren a ayuda profesional, a pesar de que las técnicas de intervención están ampliamente desarrolladas consiguiendo buenos resultados.
La disfunción sexual puede ser consecuencia de determinados factores físicos o psicológicos; muchos problemas sexuales resultan de una combinación de ambos. Por ejemplo, un problema físico puede conducir a problemas psicológicos, como ansiedad, miedo o estrés y las dificultades psicológicas a menudo agravan un problema físico.
La terapia sexual, a nivel individual o de pareja, es un tipo de asesoramiento cuyo objetivo general es ayudar a las personas a disfrutar de su vida sexual.
Se puede recurrir a terapia sexual simplemente porque queremos mejorar nuestra capacidad para sentir placer a solas o en pareja, para enriquecer nuestra habilidad para dar y recibir placer a través de nuestros sentidos, cuerpo, piel y afectos.
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